You make me feel alive

14 de marzo de 2011

¿Ganadores? ¿Perdedores?

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Banda sonora tipo "No soy lo que parece"

 ¿Se acuerdan? Cambiaron el famoso And the Winner Is... por el actual And the Oscar Goes to... cuando a todo el mundo le gusta sentirse Ganador. Ganador, ganador, oh, oh, sé que voy a ser ganador, esta tarde ganaré yo... el primero llegaré rezaba un rock de los últimos setenta interpretado por ¿Marce y Chema tal vez? De otra cosa, no, pero de cultura trash andamos bien, así que no se pierdan el enlace y la impresionante canción, con invocaciones al pequeño Nikki Lauda.


Chinaski, Chinaski
Después, ya en los ochenta, se dio una corriente, relacionada o bien con lo siniestro o bien lo auténtico, que se refugiaba en una admiración por la figura del perdedor, que hasta tuvo su predicamento y todo.

Admitamos que queda muy bien un título como La senda del perdedor, traducción hermosa y creativa del Ham on Rye, recuento autobiográfico de la adolescencia de Charles Bukowski que debería leer todo ser pensante.

Aquellos a los que nos gusta el decadeo deberíamos decir que llegaron primero los Noventa y luego los Dos Mil y languideció esa perspectiva romántica del perdedor. 

Hablo, por una parte, del perdedor artístico que, en silencio o a grito pelado, batalla incansable por su obra. Ya que de escritores va la cosa, William Somerset Maugham clava en la inmensidad de su Servidumbre Humana un retrato de la artista mediocre que patea las galerías de arte convencidadel valor de Su Obra. Pero fíjense también en el triunfo postportem del Señor Vincent Van Gogh, trayectoria que se vaticina exactamente opuesta a la de La Ojera de Van Gogh en cuanto a ventas se refiere.



¿A que no se acuerdan de un tal Stephen Duffy, que se vendió con el nombre de Tin Tin hace ya muchos años con rotundo mas fugaz éxito? ¿Qué pasa? ¿Que ya se les ha olvidado aquel machacado "Icing on a Cake"


Un caso investigable: después de ello y llevando la contraria a la costumbre, Stephen funda un grupo (The Lilac Time o cómo dar con un nombre rauro-rauro), publica discos soberbios (el estilo se llamaría tecno-folk-pop) que casi nadie compró durante diez largos años y, finalmente, la historia encuentra su happy ending viendo este Mr Duffy reconocido su talento en forma de royalties -o sea, bienvenidos dineros- cuando pasa a ejercer de compositor de los discos mejor vendidos de un tal Robbie Williams.


 

¿Este es el de Robbie Williams? Ah, vale.


La actualizada Kylie Minogue también pasa su calvario después de su fulgurante recorrido por la pasarela de adolescentes manipuladas. Me resisto a incluir los venenos que, en aquel entonces, le dedicaba la prensa supuestamente especializada. En los primeros 90 se nos hunde un poquito publicando discos que suponen una alarmante descenso en ventas pero que nos encantan. No es el caso otras chicas de parecida hornada y calado mediático (Sinitta, Debbie Gibson y hasta Martika), olvidadas quién sabe dónde. En los 2000 Kylie se pone a vender como una loca gracias a Fever y acaba recoronada como Princesa del pop.


Sírvanse ustedes recordarnos más ejemplos. Mientras tanto, les invito a pensar en las posibilidades de La Red como discreto escaparate del artista que tiene-su-público y que es reflejo de una frase tan real como la muerte misma: Internet muestra la vida en toda su diversidad. Podría añadirse en toda su parcelación.


Hablo, por otra parte, de un empeño profesional: creer en lo que uno hace teniendo en frente a compañeros (ejem) que muestran escaso interés y/o a una masa pretendidamente democrática dispuesta a boicotear ideas en las que cree uno... a lo peor, en soledad. Aquí nos encontramos con posibles casos de cabezonería pero también de convencimiento frente a las-modas-que-vienen-van. Ay, perdonen, que en este cuaderno tampoco se habla de trabajo.


Viene todo esto a cuento de... nada en particular. Déjenlo. Asuntos personales, como ustedes tendrán los suyos. 

Pero díganme si disfrutan ganando al son de su particular "We Are the Champions", sin duda, una de las peores canciones de la historia y que ha triunfado lo suyo. O si, por el contrario, se recrean en su desconocida labor cuya valía quizá jamás cuente con reconocimiento... público.

Maravillooooooso